LOS ASTRONAUTAS DE LA NASA

Viernes, 18 Febrero 2016 - 

Con apoyo de INDAP, esta temporada cosechará en Cabildo una tonelada y media de este pseudocereal también conocido como kiwicha, que fue parte esencial de la dieta de incas, aztecas y mayas y que es considerado “el alimento del futuro”.

Siete años han pasado desde que la emprendedora Cristina Pizarro, de la comuna de Cabildo, en la Región de Valparaíso, tuvo una revelación que le cambió la vida para siempre. Según relata, durante un sueño una extraña imagen onírica le habló respecto de un "alimento del futuro", de nombre amaranthus, y sin saber muy bien de qué se trataba comenzó a investigar y terminó por comprender que tenía una misión: cultivar amaranto, una planta sagrada de las antiguas civilizaciones inca, azteca y maya, que en nuestro país aún se produce a baja escala y que desde 1985 forma parte de la dieta de los astronautas de la NASA.

Atendiendo a esta suerte de llamado místico, Cristina dejó atrás su vida anterior y comenzó un viaje que la llevó a replantearse y dedicarse en cuerpo y alma a esta planta milenaria y nutritiva. Llevaba varios años trabajando en Santiago y el estrés la tenía agotada, así que decidió regresar a su tierra natal, en el Valle de Alicahue, donde, en medio de su trabajo en talleres de desarrollo personal, se enfocó en crear Amaranto Mundos, emprendimiento que comenzó tímidamente, con diez hileras de cultivos, y que hoy ya es todo un éxito, con dos hectáreas sembradas en las que estos días se espera cosechar una tonelada y media del pseudocereal (el grano es similar al de los verdaderos cereales, pero no cabe dentro de este grupo vegetal).

"Con el tiempo se fue dando todo. Me trajeron unas semillas y después de dos años comencé a cultivarlas casi por hobby. La gente me empezó a buscar y no he parado más. He dejado mi vida en la tierra”, comenta Cristina.

GRANO DE 7 MIL AÑOS

Conocido también como kiwicha, el amaranto se cultiva en América desde hace 7 mil años, principalmente en México, Perú y Bolivia, y durante siglos sirvió de alimento a las poblaciones indígenas. En el último tiempo también lo producen China, Estados Unidos y la India, por sus ricas propiedades alimentarias.

Resistente a las bajas temperaturas, la sequía, la altura y los suelos pobres -al igual que la quínoa-, su nombre proviene del griego amaranton, que significa “la que no se marchita”, aludiendo a sus flores que se mantienen indemnes incluso tras la muerte de las plantas.

A nivel nutricional posee una mayor concentración de proteínas que otras semillas de cereales. Según la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre un valor proteico ideal de 100, el amaranto tiene 75, la leche de vaca 72, la soja 68 y el trigo 60. Su grano no posee gluten, lo que lo hace un alimento apto para celíacos, y tiene buen balance de aminoácidos esenciales, con altos niveles de lisina, fundamental para la alimentación humana.

El que forme parte de la dieta de los cosmonautas no es antojadizo. Fue seleccionado por la NASA por su enorme valor nutritivo, su aprovechamiento integral y su breve ciclo de cultivo a partir del viaje del transbordador Atlantis de 1985, cuando germinó y floreció durante el vuelo orbital de la nave.

SUEÑO HECHO REALIDAD

Una de las principales motivaciones que llevaron a Cristina a encaminar su sueño de cultivar amaranto, según cuenta, fue el apoyo que le brindó el Programa de Desarrollo Local (Prodesal) de INDAP, que en 2009 recién comenzaba a funcionar en la comuna de Cabildo. Se inscribió como usuaria, recibió diferentes apoyos que le permitieron avanzar y modernizar sus procesos productivos y actualmente es parte del Programa de Asesorías Técnicas (SAT) de este servicio del agro.

“INDAP ha sido muy importante, porque me fue direccionando, apoyando y me ayudó a desarrollar esta misión que tengo. Postulé a proyectos que me permitieron acceder a una máquina chipeadora, para hacer el trabajo más rápido y mecanizar el sistema, y a la sala de procesos, donde elaboro los diferentes productos de amaranto”, apunta.

Entre los productos que ofrece están el grano insuflado (tipo cabritas de maíz), ideal para consumirlo con frutos secos, yogur o leche; el grano molido (harina), para complementarla en preparaciones con harina de trigo o masas; y, uno de sus últimas creaciones, el grano insuflado y caramelizado con miel, que ha tenido gran aceptación entre sus clientes. La semilla sola se puede comer cocida en ensaladas o caldos.

 La comercialización la realiza principalmente a través de entregas directas en La Ligua y Cabildo, en las ferias de INDAP y por la venta a otros microempresarios que producen barritas energéticas: “Quiero que el valle de Alicahue se identifique por sus  plantaciones de amaranto como alternativa a otros cultivos y constituir una empresa importante para llegar masivamente a negocios de Santiago y regiones”, dice con convicción.

El director de INDAP Valparaíso, Helmuth Hinrichsen, afirma que uno de los lineamientos estratégicos del servicio es potenciar los emprendimientos que incorporen innovación y desarrollen productos con valor agregado, “como el de Cristina, que gracias a su visión,